viernes, 29 de octubre de 2010

MUERTE. CERTEZAS Y DUDAS

La idea de la muerte nos acerca muchas sensaciones.

Quizá la certeza más temeraria es aquella que nos certifica nuestra fragilidad.

A diario nos movemos como seres inmortales, muchas de las acciones que llevamos adelante en forma cotidiana solo pueden explicarse por esta idea.

Sin embargo, cuando una muerte nos sensibiliza, lo que hace es desnudar nuestra humanidad.

Muere el joven y el viejo, el sano y el enfermo, el pobre y el poderoso, el inteligente y el ignorante. Muere el bueno y muere el malo.

No hay distinción que asegure un minuto más de vida cuando llega la hora.

Claramente, no se trata de vivir en forma temerosa, o en una vigilia constante aguardando que la negra señora golpee a nuestra puerta. Eso simplemente nos volvería locos y quizá nos terminaría empujandonos a buscarla.

En la esencia de la muerte se aloja un fantasma escondido y no tanto. Es el fantasma del fin de nuestro tiempo.

Y el fin del tiempo es en definitivas el telón final, que ya no permite nuevas salidas a escena, nuestro último acto acaba de pasar y ya no habrá otro.

Si fue el mejor o no, si dejamos en el nuestro mejor esfuerzo, si lo llevamos adelante con el corazón…ya no importa.

Todo lo que pudo haber sido o no, ya fue. Nos han retirado la hoja y no se pueden hacer más correcciones ni agregados.

Quizá ese punto final de nuestro tiempo es lo que más temor nos dé.

Cuando la muerte golpea, provoca sensaciones distintas muchas veces en función de la edad.

No da igual la desaparición de alguien con “toda la vida por delante” como de quienes han recorrido un extenso camino y han realizado muchos de sus proyectos.

Y quizá haya aquí otro condimento escondido tras esta idea de juventud y vejez, el concepto de realización. Este elemento ciertamente no reconoce edades, sin embargo es más probable que haya realizado su vida un viejo que un joven.

A todos seguramente nos queden cosas en el tintero cuando nos toque el turno, sin embargo cuanto más vacio dejemos el tintero, es probable que la muerte o el fin del tiempo que ella conlleva, deje otras sensaciones mas satisfactorias.

La muerte. El fin del tiempo. Nuestra realización.

Las religiones nos han acercado la idea de que existe algo más allá de esta vida, un edén, energía, el paraíso prometido.

Pero hoy somos hombres y mujeres, persiguiendo sueños de hombres y mujeres. Con temores de hombres y mujeres.

Vivir es una tarea difícil y alcanzar sueños es una epopeya librada por seres vulnerables con espíritu inmortal.

Una vez un sacerdote llamo a un niño que jugaba a la pelota en el patio de la escuela.

Cuando se acerco, el cura se puso a charlar con él. En un momento al sacerdote se le ocurrió preguntarle: dime ¿que harías si supieras en de un instante a otro, el mundo acabara?

El niño miro el patio con sus amigos jugando y devolviéndole la mirada la cura le dijo: “seguiría jugando a la pelota”

No hay consejero capaz de decirnos con certeza que es lo mejor para hacer con este tiempo que tenemos y que no sabemos cuánto es. Eso habita en nuestro corazón y somos los únicos capaces de encontrarlo, sacarlo y hacerlo florecer.

La convicción de estar viviendo o transitando el camino elegido es la única garantía de paz que cada día podrá alimentar nuestro espíritu y alejarnos de los temores o las sensaciones que la idea del fin, traiga a nuestras vidas.

DIEGO DOBLER.