lunes, 15 de junio de 2009

CON HUMILDAD, NO HAY DERROTA TOTAL

El tiempo de nuestras batallas perdidas existe y es aquel que transcurre desde la aceptación de la derrota hasta la recuperación de fuerzas para volver a la lucha.

A veces la idea general parece ser el levantarse enseguida y seguir adelante.

El consejo en el fondo no es malo y tiene buenas intenciones; pero personalmente, y después de haber recibido mas de una paliza, no me gusta levantarme rápido si aun estoy dolorido por los golpes.

Creo que tenemos que tomarnos un rato y ver si nuestras posibilidades han mejorado antes de volver a enfrentarnos con la dificultad. Sino somos como el boxeador que medio noqueado se levanta de la lona solo para recibir mas golpes.

Hay un tiempo

El tiempo de sentarse y calmarse, un pequeño duelo que nos ayuda a ver porque fallamos y a saber que eso no nos condena a la derrota permanente.

Para estos momentos la base es el afecto de quienes nos rodean, la preafirmación de nuestros sueños, el reconocimiento humilde de nuestras imperfecciones, el sentir que aun estamos en carrera, hacer realidad la máxima de no darnos por vencidos ni aun vencidos.

La vida tiene mas de estos momentos que de los otros y pienso que quizás la formula pase por salir vencedores de nuestras derrotas.

No aceptarla nos lleva al absurdo de creernos infalibles.

Vivir en el derrotismo es deprimente e insoportable.

Somos perfectibles y aunque sabemos que ser perfectos es una utopía, el abandonar esa búsqueda de perfección solo nos conduce a la mediocridad.

Desensillar y esperar que aclare es una frase que nos da un buen consejo; ya que salir a buscar en la noche lo que no pudimos hallar de día no parece muy recomendable.

Las derrotas enseñan a quienes quieren aprender y solo siendo vencedores en nuestras derrotas aumentaremos las posibilidades de éxito para la siguiente batalla.

Diego Dobler