jueves, 13 de enero de 2011

HISTORIA SIMPLE

La tarde cae repentinamente cuando el otoño avanza y el invierno se va acercando.
Los hombres salen de sus trabajos con las luces de las calles encendidas a pleno, y con mayor rapidez que en las épocas de calor, se dirigen a encontrar refugio en sus hogares.

Santiago también.
En su bicicleta recorre las veinticinco cuadras que dos veces por día lo separan del trabajo. En casa lo esperan.

Ya cuando su bicicleta dobla la esquina, en su casa alguien eleva la mirada y presta toda su atención a los sonidos que le llegan. Ni siquiera hace falta que Santiago ponga su llave en la puerta para que quien lo espera sepa que es él.

Al abrir la puerta con todo el cansancio del día, con el stress, con las tensiones y alguna que otra angustia, es recibido por su amigo que no puede disimular la alegría al verlo.
Y a Santiago le cambia la cara.

Evitando ser derribado por su amigo, tratando de silenciar el escándalo de sus gritos, cierra la puerta como puede, se da media vuelta, se arrodilla y se dedica a recibir todas manifestaciones de afecto que aquel comité de bienvenida le brinda día a día y noche a noche.

Luego de la recepción, se para, y se dirige a la alacena. Saca de allí un poco de comida para su amigo y se la sirve en su plato personal.

- Bueno, ahora espera un ratito acá que yo me voy a pegar un baño.

Y Fido, su amigo, que parece entender, lo mira y se dedica a saborear su alimento.

Al salir de la ducha, Fido ya lo espera relamiéndose el hocico.

Santiago saca de la heladera su cena y la acomoda en la mesa. Algo frío y sencillo como para irse rápido a la cama y estar listo para otra jornada de trabajo mañana.

El perro observa todos los movimientos de su amo y lo sigue atentamente. Cuando Santiago se sienta a la mesa, el se instala cerca de sus piernas como si necesitara ese contacto para sentirse seguro.

Santiago lo mira y le dice:

- Ya vas a ver amigo mío, un día de estos vamos a empezar a comer algo mejor.

Fido mueve la cola como coincidiendo.

Lentamente, El éxtasis de la bienvenida y la comida en su estomago se vuelven un sedante para el animal, que va sintiendo sus parpados cada vez mas pesados. Y aunque la pierna del hombre apenas se movía, Fido, debajo de la mesa, apreciaba grandemente esa caricia casi involuntaria en los alrededores de su hocico.

Así, un nuevo día llegaba a su fin y esta particular familia, como otras tantas, encontraba uno en el otro una compañía para compartirlo.

DIEGO DOBLER

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