miércoles, 23 de marzo de 2011

DE LA DISTANCIA.

¿Quién alguna vez, voluntariamente o no, no ha tomado contacto con las sensaciones que genera la distancia?

Alejarse es una experiencia que los seres humanos solemos vivir por diversos motivos y de distintas formas.

A veces buscamos la distancia, a veces la sentimos y a veces es la única forma de salir de una situación que nos apremia.

La distancia podemos verla geográficamente o espiritualmente. Podemos hablar así de una distancia material y de una distancia espiritual.

Cuando se dan distancias geográficas y espirituales aparece la indiferencia.

Cuando existe una distancia geográfica pero una cercanía espiritual conoceremos la nostalgia, extrañaremos.

Cuando la distancia geográfica sea escasa pero la espiritual sea grande conoceremos los amargos desencuentros y desamores.

Pero esta cuestión geográfica o material, y espiritual, están matizadas además con otro elemento generador de distancias: el tiempo.

El tiempo también juega un rol importante en el asunto de las distancias sobre todo en lo espiritual. Reencuentros retrasados, conversaciones demoradas, palabras que se dejan para mas adelante, etc. Todos elementos generadores de una de las distancias más peligrosas: las que se vuelven perpetuas y no dejan ya lugar para cercanías.

Sin embargo, y más allá de todo, muchas veces necesitamos tomar distancia. ¿Quién no ha sentido la tentación de alejarse por sentirse desbordado y aturdido?, y ¿quien no ha partido con la absurda ilusión de que al volver las cosas sean distintas y los problemas sean menos o menores?

Y es que ciertamente no podemos negarle a la distancia esa posibilidad que nos da de mejorar nuestra perspectiva. Pero claro esta que no significa de ninguna manera que a mayor distancia mejor perspectiva, todo tiene su punto.

Cada uno de nosotros carga con sus asuntos haga la cantidad de kilómetros que haga y cuando nuestros problemas son espirituales se nos meterán en la mochila y viajaran con nosotros vayamos donde vayamos.

Osea que la distancia no sirve para huir, o al menos no por mucho tiempo.

La distancia puede ayudarnos con sus virtudes, pero difícilmente nos solucione los problemas en forma total. Sabemos que los problemas se enfrentan, no se solucionan huyendo de ellos.

Pues finalmente, regresamos de nuestro exilio que nos alejo del foco de nuestras angustias, que pudo haber oxigenado nuestro espíritu y permitirnos un tiempo de descanso en la lucha, y en vano será esperar que las cosas se hayan resuelto solas. Mismas dudas internas, mismas diferencias con quienes nos rodean, los mismos niños mendigando, las putas en sus mismas esquinas y la rutina afilándose los dientes para intentar devorarnos de nuevo.

Distancia. Que es amiga, que calma, que mejora la visión, que oxigena, que genera nostalgia, que revaloriza lo que amamos, que destruye unos amores y fortalece otros, distancia estando cerca o estando lejos. Distancia que puede llevarnos hasta nosotros.

Así es esta dama, un arma de doble filo que puede ayudar o castigar, que puede romperse materialmente cuando es material, que puede romperse de acuerdo a nuestra predisposición espiritual cuando es espiritual, o que puede volverse perpetua si no le ponemos un limite de tiempo.

La distancia, otro elemento que puede ayudarnos pero que no podemos tomar como solución final de nuestros problemas. Otro elemento del que debemos cuidarnos para no volvernos sus victimas.



DIEGO DOBLER.

2 comentarios:

  1. m encanto sr poeta y cta verdad en sus bellas palabras....lastima q cuando esta sra nos acompaña no nos damos cuenta y despues recurrimos a ella muy a menudo....

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  2. "Así es esta dama, un arma de doble filo"
    una frase que resume todo... :)

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